El mes dorado de Clarita.

​El mes dorado de Clarita. Érase una vez, en un pequeño pueblo llamado Alegría, un mes muy especial que todos esperaban con ansias. No era diciembre, con sus luces y regalos, ni julio, con sus calurosos días de playa. Era septiembre, el mes de los nuevos comienzos. ​En Alegría vivía una niña de cabello rizado y ojos brillantes llamada Clarita. A ella le encantaba septiembre más que a ningún otro mes, y tenía sus propias razones para ello. ​Cuando septiembre llegaba, el sol seguía brillando con fuerza, pero el aire se volvía más fresco y suave. Las mañanas ya no eran tan calurosas, y las tardes tenían una luz dorada y mágica que lo envolvía todo. ​Una de las cosas que más le gustaba a Clarita de este mes eran las flores. El jardín de su abuela se llenaba de crisantemos de todos los colores: amarillos, rojos y morados que parecían pequeñas explosiones de alegría. Y en el parque del pueblo, los árboles comenzaban a vestirse con una paleta de colores asombrosa: el verde se mezclaba con el amarillo, el naranja y un toque de rojo, preparándose para el gran espectáculo del otoño. ​Pero lo más emocionante de septiembre para Clarita era el regreso a la escuela. No por los exámenes o las tareas, sino por el reencuentro. Era el momento de volver a ver a sus amigos, de abrazar a su maestra y de escuchar nuevas historias que la llevarían a mundos lejanos. El sonido de los libros abriéndose y el olor de los lápices nuevos era como una melodía que llenaba el corazón de Clarita de felicidad. ​También, septiembre traía consigo el viento. Un viento juguetón que susurraba secretos a través de las hojas de los árboles y que la ayudaba a volar su cometa tan alto, que a veces Clarita pensaba que podía tocar las nubes. ​Al final del mes, mientras el sol se ponía, Clarita se sentaba en el porche de su casa. Cerraba los ojos y recordaba todo lo que septiembre le había traído: los colores, los amigos, las risas y la promesa de un nuevo año de aventuras. ​Y así, en el pueblo de Alegría, todos sabían que septiembre no era solo un mes de transición. Era el mes que celebraba la belleza de los cambios, el valor de los reencuentros y la emoción de un nuevo comienzo. El mes que le recordaba a Clarita, y a todos los que vivían allí, lo hermoso que es empezar de nuevo.

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